¿La perseverancia: un ideal sobrevalorado?
8/7/24
Por
Asdrúbal A Romero M
Julia Keller en su libro desafía a la mitología de la PERSEVERANCIA
No soy mucho de leer libros de auto ayuda. Creo recordar que el primero, y el último, que leí fue el clásico Tus zonas erróneas de Wayne Dyer (1976). Sin embargo, a raíz de la lectura de un reportaje en El Mundo (España), en días recientes me sentí atraído por el libro de Julia Keller, una ganadora del Pulitzer, titulado en inglés: Quitting: a life strategy (2023). Buena parte de la seducción fue producida, por la promesa de un capítulo referido a la neurociencia que, supuestamente, daba soporte a las bondades del “quitting”.
Tras completar la lectura del libro, y releer con especial interés el capítulo en cuestión, concluí que la pertinencia de este, de cara a reforzar el discurso principal que la Keller desea transmitir con su ensayo, me resultaba poco evidente. Pero, como la Neurociencia está muy en boga, cualquier autor aspirante a que su texto de auto ayuda alcance las cimas de la cartelera de la No Ficción, querrá incluir en su listado de contenidos referencias a los hallazgos neurobiológicos que confieren aval a sus consejos para la vida. Pareciera existir una tendencia en este sentido. Imagínense: leer una nueva versión de Tus zonas erróneas con cien páginas añadidas de respaldo neurocientífico. Sí, no se extrañen que muy pronto se produzca esta publicación.
Retornando a comentarles el libro, aunque el capítulo “científico” usado como anzuelo no me satisfizo, su núcleo discursivo sí me pareció muy interesante; tanto, que me he motivado a escribir estas líneas. Con el “quitting” se refiere la autora a la decisión de abandonar un proyecto al cual se le ha dedicado esfuerzo, dejar de participar en una organización o de trabajar en una empresa, terminar con una relación o con una adicción, etc. El verbo “to quit” en inglés conlleva un significado mucho más amplio que el “rendirse” en español, el cual es utilizado en el título de la obra traducida: Rendirse: una estrategia de vida. Esto suele ocurrir, que en un idioma dispongamos de un vocablo cuyo significado no pueda ser equivalido con exactitud a otro en un idioma diferente. Nótese que el rendirse conlleva de por sí una resonancia peyorativa, lo cual convierte en paradójico el título en español - ¿Cómo puede ser que rendirse sea una buena estrategia para la vida? -.
El “quitting” abarca mucho más. Es el “no continúo”, el “hasta aquí llegué”, pero que no tiene que interpretarse siempre como una rendición -”giving up”- en términos negativos, porque dependiendo del contexto específico puede ser la decisión adecuada a la que no se le debe temer. Abandonar el curso que traes en la vida puede ser bueno y también malo. Es inherente a nuestra existencia, el carácter dual de decisiones tan trascendentes. Julia Keller insiste en que se ha creado una cultura, que ha sobrevaluado los valores de perseverancia, determinación o tenacidad, y que incide para generar en nosotros una resistencia a tomar la decisión de DEJARLO, aunque sean todas las células de tu cuerpo las que te lo pidan.
Se nos ha enseñado a percibir cualquier abandono o desvío de nuestras metas originales como una señal de debilidad. Si fallamos en conseguirlas es porque no hemos luchado lo suficientemente duro o porque no hemos creído realmente que podíamos alcanzarlas. ¡La culpa es nuestra! La autora se remonta a la publicación en 1859 por Samuel Smiles de Self Help, texto iniciático del género de auto ayuda, como el hito germinador de una mitología del tesón y la perseverancia que les ha colocado en el renglón de valores fundamentales, sin los cuales uno no puede esperar ni aspirar a una vida feliz y próspera. Desde entonces, este mito ha venido siendo reforzado por la industria cultural. Es así como las mayorías han sido imbuidas de la creencia que podemos arreglar cualquier asunto que vaya mal y lograr alinearlo con nuestros propósitos: la tesis de la perfectibilidad infinita.
Preferimos pensar que estamos en control de nuestras vidas; que lo que nos ocurre es una consecuencia directa de nuestras decisiones, de la magnitud del esfuerzo que invertimos y el número de sacrificios que hacemos en la ruta hacia lograr nuestras metas. Pero esta tesis confronta directamente con la naturaleza contingente del humano como ser finito. Estamos, inevitablemente, a merced de azarosas circunstancias. Éstas pueden soplar el viento en ambos sentidos: a favor o en contra. Sabemos esto, pero preferimos no saberlo. Con mucha razón, el premio nobel en economía Daniel Kahneman en su obra fundacional, Thinking, Fast and Slow, apunta a <<la sorprendente limitación de nuestra mente: nuestra confianza excesiva en lo que creemos que sabemos, y nuestra aparente inhabilidad para reconocer el completo alcance de nuestra ignorancia y lo incierto del mundo en el que vivimos>>.
En mi novela En las sombras del bien me reconocí como seguidor de la escuela filosófica de la Finitud, esto fue clave para que aceptara de manera natural e intuitiva el mensaje principal que sintetiza el título de libro comentado. Por ello, continué leyéndolo con cierta fascinación, pese a la decepción del capítulo neurocientífico, no porque no me resultara instructivo e interesante, sino por su escasa contribución a la justificación del desafío al sobrevalorado estatus de la perseverancia. El abandonar es siempre una posibilidad. Se ubica, precisamente, en esa confrontación entre la realidad de nuestra condición humana y ese obsequioso discurso que retrata como emblemas de su ideal a esos billonarios tipo Jeff Bezos -<<si ellos pudieron batearla en grande, por qué tú no vas a poder>>.
Decir “ya no más”, puede ser lo inteligente y actuar en consonancia no significa una humillante rendición. Menos mal que personajes como María Corina Machado no están imbuidos de su finitud. Un magnífico ejemplo del porque la perseverancia en lucha contra la más absoluta desesperanza puede, en casos excepcionales, rendir frutos en extremo gratificantes y heroicos. Pero, no olvidemos que en un ámbito más personal: otorgarle prioridad máxima al valor de la perseverancia como el criterio a aplicar en todos los dilemas vivenciales, puede terminar resultando, irracionalmente, destructivo de nuestro futuro.
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